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Alas rotas y encierro en la jaula - Capítulo 10

Capítulo 10

 

 

¿Por qué le da algo así?

 

—¿Estas cosas te atormentaron?

 

Pálida y temblando, notó que las dos cabezas cortadas que Nan Sae sostenía no eran otras que las cabezas de aquellos cuervos.

 

Los que la habían dejado caer desde el cielo.

 

—Esto es solo el principio, Yi Mae. Todos los que te han atormentado alguna vez tendrán este final.

 

—C-cómo pudiste hacer algo así…

 

La acosaron y le hicieron cosas terribles, pero eso no significa que quisiera que murieran así.

 

—¿Algo así? Yi Mae. ¿Lo has olvidado? Casi mueres. Si no te hubiera salvado, habría muerto por culpa de estas cosas.

 

No era incorrecto.

 

Pero aún así, ¿cómo es posible que los haya decapitado así?

 

—Si recibes un regalo, debes decir gracias, Yi Mae.

 

Nan Sae arrojó al suelo las cabezas cortadas que sostenía, y acarició el cabello femenino con su mano ensangrentada.

 

Una gota de sangre cayó de su mano y se esparció en el agua donde estaba sumergida Yi Mae.

 

—Anda, di “gracias”. Rápido.

 

—Ah, ah…

 

Pero las palabras de agradecimiento no salieron. 

 

No hay manera de que suceda.

 

Si da las gracias por algo así, Nan Sae podría cortarle la cabeza a cualquiera que la moleste en el futuro.

 

No podía permitir que eso pasara.

 

—Supongo que no te gusta mi regalo.

 

Nan Sae, que estaba acariciando su cabello, retiró la mano.

 

No, parecía que la retiraba

 

Porque al momento siguiente, esa mano la agarró fuertemente de la barbilla.

 

—¿Lo rechazas?

 

Esos ojos deslumbrantes eran tan espeluznantes que a Yi Mae se le puso la piel de gallina por todo el cuerpo.

 

—Si no te gustó el regalo, bien. Puede que no te guste. ¿Y qué tal esto?

 

¡Choaaaak-!

 

Sacó el cuerpo femenino del agua y lo hizo de golpe.

 

Arrancada del agua mientras era sostenida en sus brazos, gritó y se acurrucó.

 

Cargándola empapada, Nan Sae caminó hacia la cama y la arrojó sobre la amplia superficie.

 

—¡Kyaaaah!

 

Al ser arrojado sobre la cama rodó hacia un lado.

 

—¡Ahk…!

 

Antes de que pudiera enderezarse, las manos de Nan Sae agarraron sus piernas y las separaron.

 

—¿No te lo dije, Yi Mae? Estás destinada a vivir en esta jaula toda tu vida. Solo hay una salida: tienes que amarme. No te dejaré salir de esta jaula hasta que me desees y me ames de verdad. No pierdas el tiempo, ámame. Entonces te devolveré tus alas y te dejaré ir adonde quieras.

 

Aunque lo dijo en un susurro, era una clara amenaza.

 

La estaba amenazando, diciéndole que lo amara.

 

Y Yi Mae lo supo.

 

Nan Sae no la ama.

 

Este sinvergüenza cruel probablemente ni siquiera sabe lo que es el amor.

 

Ella tampoco sabe mucho sobre el amor, pero lo que Nan Sae está haciendo ahora, y lo que quiere de ella no es amor.

 

Nunca había oído hablar de un amor tan cruel.

 

¿Quién cortejaría a alguien así?

 

Nan Sae solo quiere poseer algo.

 

No es amor, es posesividad.

 

Sólo cuando lo tienes todo puedes estar verdaderamente satisfecho.

 

Él simplemente confunde su posesividad viciosa y feroz con amor.

 

Como cuando destruyó los otros dos huevos e hizo suyo el asiento sagrado del sur; ahora esa codicia feroz se había dirigido hacia ella.

 

|Quiero huir…|

 

Sabe que tiene que huir.

 

Pero no hay forma de escapar.

 

No tiene alas.

 

No, incluso si las tuviera, ¿cómo podría escapar?

 

Si hay una manera, definitivamente quiere escapar.

 

Si se queda al lado de Nan Sae, su cuello podría ser cortado en cualquier momento, como los dos huevos que rompió, o como los cuervos que decapitó.

 

En el momento en que el corazón de Nan Sae cambie, su destino será como el de esos dos huevos rotos.

 

Porque no es amor y algún día va a tener que suceder así.

 

—Yi Mae.

 

Nan Sae escupió en su mano y la miró mientras ella temblaba con las piernas abiertas.

 

—Yi Mae, debes convertirte en una mejor ave.

 

Con esas palabras, frotó la entrada con su dedo empapado de saliva.

 

Ella sabía muy bien qué efecto tenía ese fluido.

 

Actuaba en su cuerpo como un afrodisíaco para el apareamiento.

 

—Quiero que me desees con desesperación. Al igual que yo lo hago. Pero ahora mismo, sigues sin darme lo que quiero y eso me llena de ira, ¿entiendes? Estoy furioso. Así que es culpa de Yi Mae que esté actuando así ahora.

 

Después de susurrar esas palabras en su oído, Nan Sae se bajó de la cama.

 

Sus ojos brillaban ferozmente, como si estuviera realmente enojado.

 

Después de arrojarle aquella mirada cargada de furia, se fue dejándola sola; ella se sentó torpemente.

 

|¿De verdad… se fue?|

 

Después de confirmar que realmente se había salido, Yi Mae se levantó rápidamente de la cama y corrió a la bañera donde había estado sumergida hace un momento.

 

|Necesito lavarme. Si no lo hago…|

 

Nan Sae se fue después de dejar humedecida su vagina con su propia saliva.

 

Yi Mae creía que si se lavaba ahora, no pasaría nada.

 

Dado que acaba de aplicarla, estaría bien si la lava de inmediato.

 

¡Chapoteo-!

 

Yi Mae saltó a la bañera y rápidamente se lavó el área entre las piernas.

 

Pero por más que lo hacía, la ansiedad no se iba, así que repitió el proceso una y otra vez.

 

Sólo cuando su vulva se puso roja y con ardor fue que dejó de hacerlo.

 

—Qué hago…

 

Salió del agua y apenas pudo caminar más que unos pocos pasos antes de desplomarse.

 

Lágrimas de tristeza recorrieron su rostro.

 

Las cabezas de los dos cuervos todavía estaban al lado de la bañera.

 

Estaba aterrorizada y desconsolada.

 

Pero lo que más la asustaba era que sabía lo que venía a continuación, no había salida.

 

Lo más aterrador era no poder escapar.

 

La jaula no estaba cerrada por fuera.

 

Pero no puede irse.

 

No tiene alas.

 

No, no tiene alas capaces de volar.

 

Tan pronto como salga de la jaula, caerá y morirá.

 

—Ugh…

 

Yi Mae se estremeció.

 

Sentía un dolor en la entrepierna.

 

¿Sería porque, poco antes, se había lavado con tanta fuerza que casi se le desgarró la piel?

 

El ardor era insoportable.

 

Pero no era solo dolor: dolía y picaba al mismo tiempo.

 

No, más bien picaba tanto que le dolía.

 

—No…

 

Se había lavado, pero no funcionó en absoluto.

 

Se dio cuenta demasiado tarde de que la fiebre que subía por su cuerpo se debía a la saliva que Nan Sae le había aplicado hacía un rato.

 

—No…

 

Yi Mae se abrazó a sí misma.

 

Un calor intenso, con una sensación de picazón, subía desde abajo.

 

La zona dolorida entre su ingle se humedeció.

 

 

***

 

 

Después de un rato, Yi Mae finalmente logró regresar a la cama, se acurrucó desnuda y jadeante.

 

Tenía la boca seca y la cabeza caliente.

 

 

《 —Ni siquiera es temporada de apareamiento, pero creo que está en celo.》

 

 

Periodo de celo.

 

Los espíritus cuervo tenían su temporada de apareamiento en determinados momentos.

 

Una vez que alcanzan la edad de apareamiento, entran en celo varias veces al año.

 

Si se aparean durante ese período, pueden concebir una cría.

 

Dicen que cuando se está en celo, el cuerpo se calienta y la parte inferior del cuerpo se moja constantemente.

 

Aquellos que nunca habían experimentado el período de celo, compartían en secreto historias que habían escuchado de otros, y Yi Mae, sentada junto a ellos, había escuchado a escondidas esas historias, pensando que nunca le sucedería algo así.

 

Así fue en aquel entonces.

 

El estado de su cuerpo ahora era muy similar al celo del que había oído hablar en aquel entonces.

 

Por supuesto, no es como si su verdadero período de celo hubiera llegado.

 

La saliva del jujak hizo que su cuerpo se sintiera como si estuviera en celo.

 

—Haah… haah…

 

Su cuerpo se seguía calentando.

 

Yi Mae estaba acurrucada, jadeando con dificultad mientras todo su cuerpo sentía fiebre.

 

|Tengo miedo…|

 

Cerró los ojos con fuerza.

 

Todo lo que le está pasando era tan aterrador.

 

Daba miedo y era tan desconocido.

 

¿Por qué le estaba pasando esto?

 

Solo era una mestiza.

 

Una cuervo mestiza, ignorada y ridiculizada por todos, inútil y sin haber recibido amor de alguien.

 

¿Por qué Nan Sae le hacía algo así?

 

Hay tantas otras aves que son muy hermosas, ¿por qué tiene que hacerle esto a ella?

 

—Haah… Haah…

 

Se agarró uno de los pechos.

 

Aunque apriete, pellizque y retuerza uno de los pezones, la sensación de ardor dominando su cuerpo no se alivia.

 

Aunque acaricie su sexo con la mano que bajó hasta su ingle y empujé un dedo entre la carne húmeda y lo empiece a mover en vaivén, el escozor no se calmó.

 

—Ahhn… Ah, ugh…

 

Yi Mae apretaba sus pechos con una mano y frotaba su vagina con la otra, arqueando su cintura sin control.

 

—Mhm, ugh, ahhn…

 

Quizás al darse cuenta de que intentarlo todo era inútil, el miedo en Yi Mae se hizo más fuerte.

 

—Mhm, heeugh, hic…

 

Lágrimas siguieron fluyendo de sus ojos.

 

Este no era su cuerpo.

 

Su cuerpo no puede comportarse así.

 

Todo era culpa de Nan Sae.

 

Él la convirtió en esto.

 

Le arrancó las alas, la encerró en una jaula y la dejó en esta clase de sufrimiento.

 

|Ojalá nunca hubiera nacido… de ese huevo…|

 

Por un instante, un pensamiento aterrador cruzó su mente.

 

Pensó que si el jujak no hubiera nacido del huevo, esto no habría sucedido.

 

Era un pensamiento aterrador. 

 

El sufrimiento extremo, sin duda, estaba llevándola cada vez más a un callejón sin salida.

 

|No. Yo no pienso así. Es solo que me siento muy mal…|

 

Fue ella quien deseó que el Nan Sae saliera rápidamente del huevo.

 

Todos los días le susurraba que se apresure.

 

Y al mismo tiempo, también esperaba que no se fuera demasiado pronto y que se quedara a su lado un poco más de tiempo.

 

Pero ahora, deseaba que nunca hubiera eclosionado.

 

Nunca imaginó pensar así.

 

 

—…Sentí tu llamado. Para nacer rápido. Me llamaste todos los días para que muestre mi rostro. Por eso eclosioné antes de tiempo.

 

 

Eso fue lo que Nan Sae había dicho.

 

Por su llamado, nació antes que el resto de huevos, solo por ella.

 

Palabras que en aquel entonces la conmovieron, ahora le daban miedo.

 

—¡Haah… Ahhn…!

 

Jadeó en busca de aire y sacudió las caderas.

 

Por más que se tocara y frotara el sexo, no sentía satisfacción.

 

El intenso calor y escozor asfixiaban su cuerpo, haciéndole sentir que iba a dejar de respirar en cualquier momento.

 

—Por favor… Mhm… Por favor…

 

Se revolcó en la cama, jadeando como si estuviera a punto de asfixiarse.

 

Lágrimas tristes volvieron a caer.

 

El calor nublaba su mente, impidiéndole ver incluso con los ojos abiertos.

 

Y entonces escuchó el sonido de alas aleteando.

 

Nan Sae había regresado.

 

Esos aleteos le pertenecían a él.

 

—Heeugh…

 

El regreso de Nan Sae fue bienvenido y aterrador a la vez.

 

Él podía quitarle el dolor del cuerpo que le hace sentir que va a morir.

 

Pero tiene miedo de que la sostenga otra vez.

 

Con sentimientos encontrados, Yi Mae apenas abrió los ojos.

 

Los ojos dorados del Nan Sae la miraban fijamente.

 

Ya no estaba tan enojado como cuando se fue hace un rato.

 

—Me encanta verte así, Yi Mae. Retorciéndote.

 

Él se encorvó y le susurró traviesamente en el oído.

 

Su aliento rozó el lóbulo de su oreja, provocando que el cuerpo de Yi Mae se incendie más.

 

—Haah… Haah…

 

—Estoy pensando en hacer un viaje bastante largo en este momento.

 

De repente, Yi Mae se asustó ante la idea de su partida y de la duración prolongada.

 

¿Adónde iba a ir?

 

Si se va, ¿quién sería capaz de sofocar este ardor que la quema por dentro?

 

—Voy a matar a la bungsae, Yi Mae.

 

Las palabras susurradas resultaron aterradoras.

 

La bungsae era una hermosa ave elegida para ser la compañera del jujak.

 

Y ahora Nan Sae susurraba sobre matarla.

 

¿Qué tan cruel puede llegar a ser?

 

—Tendré que atraparla y matarla mientras aún está en el agua. Así, nadie dirá que no puedes ser mi pareja, ¿verdad? Ni siquiera tú.

 

Los susurros deberían inspirar terror, pero para Yi Mae, resultaba más aterrador quedarse sola.

 

¿Qué pasaría con ella si la dejaba en ese estado?

 

¿No se volvería loca?

 

Podría ser.

 

¿Cómo podría soportar este calor a solas?

 

—Heeugh…

 

Al final, no le quedó más remedio que aferrarse con fuerza a su manga.

 

Colgada de su brazo y con los labios encendidos temblando, no se atrevió a pedirle que la estrechara antes de irse.

 

—¿Estás caliente, Yi Mae? ¿Quieres que te la meta?

 

Aquel hombre era cruel: aun sabiendo la respuesta, se deleitaba en atormentarla con susurros cargados de malicia.

 

—¿Debería cogerte, Yi Mae?

 

Su voz, baja y ardiente, la hizo estremecer.

 

Al final, ella asintió.

 

—¡Heeugh!

 

Gritó cuando la mano de Nan Sae le agarró uno de los pechos con fuerza.

 

Su temperatura se sentía mayor que la de ella, el choque de ambos fuegos hizo estallar un placer insoportable y delicioso que la estremeció hasta el límite.

 

—¡Ahhn, ah, ugh…!

 

Nan Sae le mordió los labios, mientras ella jadeaba por el toque en su pezón.

 

Se colgó de él, perdida, mientras aquellos labios la devoraban a mordiscos ardientes, sin necesidad de enseñar los dientes.

 

Le pareció que la lengua masculina desprendía un dulce aroma.

 

Quería chupársela mientras la sentía enroscarse alrededor de la suya. 

 

—Nnhh, mph.

 

Se aferró aún más mientras se le subía encima.

 

La saliva ajena se acumuló en su boca y la tragó, sabiendo que era un fluido que la excitaría aún más.

 

Conocía que era una adicción que le haría desearlo aún más, pero también sentía que moriría si no la bebía ahora mismo.

 

—Mira cómo estás de empapada.

 

Él murmuró alegremente, separando ligeramente sus pétalos.

 

Aquella mano tanteaba la vulva regordeta y húmeda de la hembra excitada.

 

—¿Qué habría pasado si me hubiera ido, Yi Mae?

 

Esos murmullos ya no podían llegar a los oídos femeninos.

 

Su mente estaba tan absorta en la lujuria que ya no podía escuchar lo que Nan Sae le decía ni notar el paisaje que los rodeaba.

 

Ni siquiera podía recordar su situación actual.

 

Lo único que llenaba su mente era hacerle algo a su cuerpo ardiente.

 

—Por favor, date prisa… Date prisa…

 

Nan Sae sonrió con satisfacción mientras la miraba exigirle sin saber lo que estaba pidiendo.

 

Esto es lo que él había estado deseando.

 

Anhelaba que ella solo lo mirara, deseara y no pudiera vivir sin él.

 

Que no pudiera, ni siquiera, pensar en huir.

 

Ser la persona sin la cual no pudiera vivir ni un momento.

 

Así que, aunque dejara abierta la jaula, ella no saldría volando.

 

Eso es lo que quería.

 

Que sea completamente suya.

 

—Este agujero tuyo se retuerce de maravilla.

 

Nan Sae se relamió los labios, mirando aquella vagina roja brillante, madura y temblorosa.

 

—¡Huhk!

 

Presionó fuertemente aquella zona con su dedo, el cuerpo femenino se arqueó como un pez fuera del agua.

 

La calidez viscosa de su carne se pegaba a su piel.

 

Un estímulo devastador.

 

Porque para Nan Sae, ella, en sí misma, ya era el más cruel y absoluto de los estímulos.

 

Las ventosas en su pene ya brillaban.

 

También se retorcían y brillaban.

 

Era un grito para enterrarse en aquella entrada palpitante cuanto antes.

 

Del glande brillante y húmedo ya caían algunas gotas.

 

Mientras tanto, el sexo femenino se contraía con desesperación, rogando que entrara rápidamente.

 

—He deseado esto desde que estaba en el huevo. He anhelado penetrarte, someterte y llenarte completamente. Aunque tú no lo sepas, Yi Mae.

 

Nan Sae era consciente de que sus palabras no llegarían a ella.

 

No importa lo que diga, no podría comprenderlo.

 

Por mucho que intentara explicarle cuánto la deseaba, jamás le creería.

 

Ni ella, ni nadie más en el mundo.

 

Algunos podrían considerar lo que le está sucediendo como un efecto de la impronta, pero no, no lo era.

 

No podía definir su corazón con algo así.

 

Éste es un anhelo que rayaba en la codicia.

 

Es un deseo codicioso que exige tragársela entera, masticarla con cuidado y enterrarla en su estómago para sentirse satisfecho y a gusto.

 

Fue dentro de ese maldito huevo que comenzó el anhelo.

 

Comenzó en ese lugar estrecho y sofocante.

 

Sólo él lo sabe.

 

Sí, sólo él.

 

En el mundo, sólo lo sabe él.

 

—¡Ahhh!

 

Mientras la mucosa roja y húmeda era invadida por el miembro, cuyas venas eran terriblemente prominentes, el esbelto cuerpo femenino se doblaba bajo Nan Sae.

 

—¡Ahhh! ¡Ah! ¡Ah!

 

Tan pronto como entró, las ventosas en su pene comenzaron a sobresalir.

 

Yi Mae se retorció cuando se clavaron firmemente en su interior  mientras empezaban las embestidas.

 

Aquel trozo de carne comenzó a entrar y salir con las ventosas aún pegadas.

 

—¡Haahhh! ¡Ah! ¡Ahh!

 

Con las piernas abiertas, empezó a sacudir las caderas.

 

Había pasado un tiempo desde que sus ojos perdieron el foco.

 

Su cintura se movía mientras tenía los ojos llenos de lujuria desenfocada.

 

—¡Ahhm! ¡Hnng! ¡Ah! ¡Ah! ¡Aaah!

 

Yi Mae gritó, agarrando las sábanas con todas sus fuerzas.

 

La zona debajo de sus nalgas ya estaba húmeda y chapoteando de excitación.

 

Nan Sae clavó su pene en el agujero ardiente que lo deseaba con desesperación.

 

Con cada brutal, brutal embestida, Yi Mae se estremecía incontrolablemente.

 

—¡Aaaah! ¡Aang! ¡Hwaaang!

 

Entonces ella rompió a llorar.

 

Ese llanto, lejos de calmarlo, sólo lo enardecía más.

 

Colocó ambas piernas sobre sus hombros, le alzó las caderas con ambas manos y se hundió en ella sin piedad.

 

Las embestidas, cargadas de todo su peso, hicieron que los gritos femeninos fueran más fuertes.

 

—¡Aaaahhh! ¡Ah!

 

Los pezones de sus pechos bamboleantes se erigían tensos.

 

Fluidos brotaban de la entrada enrojecida y estirada en su límite por el vaivén frenético.

 

—¡Ahhh! ¡Aah! ¡Ah! ¡Aah!

 

Los labios de Nan Sae se curvaron mientras la observaba retorcerse y temblar de placer extremo.

 

En la espalda, sus alas ya estaban extendidas y agitándose.

 

Cuanto más excitación sienta, más desplegadas estarán sus alas.

 

Y estas flameantes extremidades ya revoloteaban de un lado a otro.

 

Y bajo las llamas, Yi Mae se mecía obscenamente, aceptándolo.

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