—No podrás dar un solo paso fuera de aquí. Esta es una jaula hecha exclusivamente para ti.
—Una jaula…
Una jaula. Una jaula.
Cuando entró al palacio tuvo la impresión de que parecía una jaula gigante.
Pero resultó ser una jaula de verdad.
—Seré lo único que veas en esta jaula por el resto de tu vida.
Él se rió.
Era la sonrisa cruel de un hombre que estaba seguro de que nunca escaparía ahora que le había arrancado las alas y atrapado en la jaula.
Yi Mae se estremeció al ver esa sonrisa.
Intentó que no sea así, pero volvió a sentir temor.
Encerrada..
Construyó una jaula enorme para encerrarla y luego le arrancó las alas.
Si eso no da miedo, ¿qué lo da?
Aterra que no haya nada que él no sea capaz de hacer por lo que quiere.
La razón por la que rompió los dos huevos a propósito podría ser similar.
Pase lo que pase, este hombre no dudará en romper, rasgar y encerrar otras cosas por lo que desea, cuando lo quiera.
Eso da miedo.
—Todavía no te mostraré mi verdadero yo. Porque si ves cómo soy, me tendrás mucho miedo. Pero algún día, me verás de verdad.
El verdadero Nan Sae. Si este no es real, ¿cuál es su verdadera naturaleza?
Pero ahora no era momento de pensar en esas cosas.
—Yi Mae. Aparta las manos.
Nan Sae le ordenó en voz baja.
Pero ella no podía apartar las manos que le cubrían los pechos y la parte inferior del cuerpo.
Si hacía, sus partes íntimas quedarían completamente expuestas.
—Apártalas, Yi Mae.
La voz del hombre era baja y feroz.
—Si no lo haces, te arrancaré los brazos.
Yi Mae tembló ante esas palabras y apartó las manos que le cubrían los pechos y los genitales.
¿Cómo no iba a arrancarle los brazos un hombre que ya le había arrancado las alas?
Al final, expuso su cuerpo sin ocultar nada y cerró los ojos con fuerza.
Aún con los ojos cerrados, podía sentir su mirada.
Se estremeció ante la mirada escudriñando cada rincón de su cuerpo con tanta atención. Aunque no la estaba tocando, su cintura ondulaba ligeramente y su pecho estaba agitado.
Si tan solo pudiera cubrirse el pecho con ambas manos… En ese momento, las manos de Nan Sae agarraron sus pechos como para levantarlos.
—Ugh…
Las manos se sentían calientes.
Pero no por el calor, sino por la fuerza con la que apretaban sus montículos, Yi Mae dejó escapar un pequeño gemido.
—Pobre Yi Mae. Qué cuerpo tan delgado y demacrado.
Contrariamente a sus palabras, su voz estaba cargada de sonrisa.
—Con un cuerpo tan delgado como un junco que se rompería si aplico fuerza, ¿cómo se supone que entre en ti?
Mientras le amasaba los pechos, él sonreía con satisfacción.
—Por desgracia, lo que tengo entre las piernas no es precisamente pequeño, así que no hay forma de que entre de esta manera.
¿De qué demonios estaba hablando?
¿Qué cosa no era pequeña, y por lo tanto, no lograría entrar? Yi Mae seguía sin entender las palabras de Nan Sae.
—Pero tengo algo bueno, así que no tienes que preocuparte demasiado.
Ni siquiera podía adivinar qué era, el hombre tampoco le dio oportunidad de intentarlo.
—¡Ah…!
Dio un salto al sentir unos labios calientes y húmedos envolver sus pequeños brotes.
—Heeugh, ah, mmh, hmm…
Aunque intentó no hacer ruido, no pudo impedirlo.
Nan Sae le mordió el pezón entre sus dientes, luego lo lamió con suavidad como para calmarlo, y lo mordió de nuevo, repitiendo el proceso.
Las orejas femeninas ardían y se ponían rojas cada vez.
—¡Heeugh!
Algo se metió entre sus piernas, y sintió el tacto de un dedo caliente tanteando en su zona más íntima que aún no había conocido varón.
Aquello que era intruso, acarició su vello púbico oscuro como las plumas de cuervo, y luego frotó la entrada oculta bajo el arbusto, deslizándose en la entrada de izquierda a derecha para lograr entrar.
Yi Mae jadeó mientras su intimidad era separada horizontalmente.
Tan solo lo había abierto un poco, pero ya se le había cortado la respiración.
—Como lo imaginé, es demasiado estrecho.
Entonces, algo frío fue aplicado en su entrada expuesta.
—¡Ah…!
Yi Mae no sabía qué le habían untado en su centro.
Solo se sentía frío y resbaladizo.
–¿Q-qué…?
–Te lo pongo para que no te duela. Sin esto, podría dolerte tanto que acabarías llorando. ¿Está bien?
Tan doloroso que llorará.
Yi Mae negó con la cabeza.
—No me gusta.
—Tengo que untarlo hasta el fondo, así que mantén las piernas bien abiertas tú sola. Para que pueda ver tu agujero hasta el fondo.
Siendo una petición vergonzosa, Yi Mae hizo lo que se le dijo, levantó las piernas y rodillas, luego las mantuvo abiertas con los brazos.
—Muy bien, Yi Mae.
Nan Sae la elogió y frotó la sustancia fría y resbaladiza sobre la abertura vaginal, claramente expuesta por la posición.
—Haa…
Yi Mae jadeó al sentir un dedo resbaladizo recorrer sus pliegues íntimos.
Tras deslizarse por toda la forma, empapando cada contorno, se dirigió hacia el interior.
—¡Heeugh!
Se hundió profundamente con movimientos circulares, como si lo extendiera uniformemente por las paredes internas.
—¡Hngh! ¡Ah! ¡Ah!
A medida que el dedo se introducía profundamente, Yi Mae se estremecía como un pez fuera del agua.
La sustancia fría aplicada por dentro y por fuera producía un chapoteo obsceno con cada entrada y salida del dedo intruso.
No podía distinguir qué le estaban aplicando, pero el simple hecho de que los dedos de otra persona entraran y salieran de ella le resultaba insoportablemente vergonzoso. Entonces, con la extraña sensación de dedos frotando su interior al retirarse, Yi Mae balanceó las caderas siguiendo la sensación.
Sentía el cuerpo extraño.
No sabe por qué se siente así.
—N-no me gusta. E-esto es extraño… extraño, hugh… ugh…
Yi Mae sacudió la cabeza mientras balanceaba las caderas.
—Abre los ojos.
Al oír la orden, apenas consiguió levantar los párpados, tenía los ojos enrojecidos.
Y no podía imaginar lo sonrojado que estaba su rostro en ese momento.
Tal vez sea parte de su imaginación, pero sentía cierta fiebre en la parte baja de su cuerpo.
|Hace calor ahí abajo. En donde entraron los dedos… Está caliente… Es extraño…|
No solo hacía calor, había un hormigueo acompañado por una sensación pulsante.
El estado de su propio cuerpo era imposible de descifrar.
—Ahhn, mhm. Mmhm…
Aunque él ya no la estaba tocando, ella ya estaba moviendo su cintura por su cuenta.
El Jujak la miró con satisfacción mientras ella frotaba sus muslos y contoneaba las caderas.
—Yi Mae, ¿se siente bien?
Aquella voz tenía un tinte travieso.
La única contradicción era el fuego en sus ojos y voz.
—¿Ahora te será más fácil aceptarme?
Luego introdujo tres dedos en la abertura que se contraía sin parar.
—¡Heeugh!
Al principio, la estrecha entrada vaginal no permitía ni un dedo; ahora, se había derretido humedamente y aceptaba tres dedos con facilidad.
Nan-sae miró complacido aquella aceptación.
—Perfecto.
Retiró sus dedos, empapados en jugos lascivos, y los lamió con la punta de la lengua.
Entonces agarró su propio miembro con esa mano.
—¿Lo ves? ¿Yi Mae?
Sin quitarse la ropa del todo, Nan Sae se levantó la prenda inferior para revelar solo su pene y mostrárselo a Yi Mae, mientras lo envolvía en su mano.
Aunque él no hiciera nada más, ella apenas pudo volver a abrir los ojos, sintiendo calor entre las piernas y sin saber qué hacer.
Aunque su cabeza estaba llena de un fervor desconocido y estaba fuera de sí, Yi Mae no podía creer lo que veían sus propios ojos.
|Q-qué es eso…|
Nunca había visto el pene de un hombre.
Así que no sabía cómo era, ni qué tan largo y grueso debía ser.
Sin embargo, una cosa era segura: no todos los hombres tenían miembros como el que estaba viendo ahora. El pene de Nan Sae era largo y grueso. Pero esas no eran las únicas características.
|¿P-púas?|
Algo parecido a púas cubría toda la erección.
Como si leyera sus pensamientos de sorpresa. Nan Sae sonrió y habló.
“No son púas, son ventosas*. Cuando me entierre en ti, podré sujetarte con ellas para que no te sobresaltes y salgas corriendo, y poder hacerlo tantas veces quiera. No podrás escapar ni detenernos hasta que las relaje. Mi cuerpo…”
(Becky: *Similar a las ventosas de los pulpos, son como pequeñas boquillas que permiten adherencia a las superficies; realizan cierta succión).
Susurró Nan Sae mientras frotaba la punta de su falo enrojecido contra la chorreante abertura.
—Mi cuerpo está perfectamente diseñado para aparearse. No hay forma de que exista un agujero que acepte naturalmente mi pene, las ventosas me permiten abrirme paso y acomodar uno propio. Mi saliva es un afrodisíaco que excita a cualquiera; así es como puedo entrar. Si no tuviera ventosas y no usara mi saliva, cualquiera se desmayaría, huiría o moriría.
Al oír esas palabras, Yi Mae sintió miedo. Pero solo su mente.
Bajo su ombligo, un calor sofocante ya atenazaba la parte inferior de su cuerpo, esperando desesperadamente que entrara aquello que rozaba su abertura vaginal.
—Está palpitando. Me refiero a tu agujero, Yi Mae.
Ella meció las caderas mientras jadeaba con fuerza.
El falo con ventosas daba miedo, pero su cuerpo anhelaba que se frotara contra su entrada ahora mismo. No tenía ni idea de qué pasaría si entraba, pero los instintos lujuriosos que ahora dominaban su cuerpo gritaban que lo hiciera.
El espacio entre sus piernas hormigueaba y su vagina abierta palpitaba.
—Haah… haah…
Con el rostro enrojecido, jadeó como si pronto se quedaría sin aliento, y la mano de Nan Sae agarró con fuerza los muslos femeninos que se abrían cada vez más.
Y al instante siguiente, Yi Mae sintió algo grueso y grande empujando dentro de su vagina caliente.
—¡Hnnngh!
En cuanto entró, se le revolvió el estómago.
La pelvis se expandió y su vagina, caliente y ardiente como si fuera a derretirse, se abrió de izquierda a derecha con un sonido húmedo.
Sentía que la parte inferior de su cuerpo iba a estallar.
Sin embargo, la vívida sensación de cómo algo se retorcía y embestía dentro de ella, todo ello le envió escalofríos por todo el cuerpo.
—¡Heeugh! ¡Aaahng!
Levantó las caderas mientras abría más las piernas.
El miembro de Nan Sae no entraba con facilidad.
Ella sabía que no era a propósito, sino que su propia entrada era demasiado estrecha y aquella cosa era demasiado grande, por lo que todo era lento.
Aquella masa que se hundía en su cuerpo era terriblemente abrumadora, pero su vagina ardiente se expandía sin límites.
El pedazo de carne dentro de ella le provocó un hormigueo en el bajo vientre.
El hombre, tomando el control lentamente, llegó a la entrada del útero. La punta del miembro que llenaba completamente el canal no tenía adónde ir, entonces presionó con fuerza contra aquella pequeña abertura, y la respiración de Yi Mae se ahogó.
Le dolía el cuerpo.
Sin embargo, a pesar de la agonía, sentía una sensación de éxtasis.
Incluso mientras su bajo vientre sentía una fuerte presión, su abertura vaginal se retorcía de ardiente placer.
Sentía como si su entrada vaginal ardiera.
No era una sensación, sino un verdadero calor ardiente dentro de ella. El hombre que la profanaba ahora mismo era un Jujak.
Un pájaro de fuego.
Una bestia divina del sur y de alas llameantes.
Así que, quizás era natural que su cuerpo sintiera que ardía.
Lo que estaba embistiendo ahora no es otra cosa que fuego vivo.
Un incendio, una llamarada, la esencia misma de la llama hecha carne.
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