Close
   Close
   Close

El matrimonio problemático del Duque vendado - Chapter 62

Capítulo 22 – La felicidad que no quiero perder

 

La felicidad siempre es arrebatada de repente.

La “Tragedia de la familia Besqueler” ― desde aquel día, seguramente la felicidad de Alfred se convirtió en algo que no podía durar mucho tiempo.

Había pensado que al encontrarse con Sierra, las cosas habían cambiado un poco, pero no era así.

—Al final, parece que yo no tengo derecho a tomar la felicidad.

Cada vez que cerraba los párpados, aparecía la sonrisa de Sierra.
Pero, al mismo tiempo, también aparecía su rostro herido, con lágrimas de rechazo.

El pecho le dolía. Sufría.

Las lágrimas, que no habían corrido ni una sola vez en diez años, bajaban por sus mejillas.

Alfred lloraba solo, pensando en Sierra.

Durante la luna de miel, deberían haber profundizado su amor.
¿Cómo es que terminó de esta manera?

Aunque lo comprendía con la cabeza, sus emociones no podían alcanzarlo.

Después de todo, hasta ayer mismo los dos estaban hilando su amor.
¿Que eso cambiara de repente, de esta manera?

—Maldita bruja.

De pronto lo recordó.
Aquella voz hermosa pero aterradora que había escuchado frente a Isabella.
En esas palabras había odio contenido.

¿Qué fue esa voz en realidad?
¿Por qué solamente Alfred pudo escucharla?

“El Duque Vendado” que vino del “país de los cazadores de brujas”.
La princesa Isabella, maldita por el “país de los cazadores de brujas”.
“La Diva Ciega” que olvidó al “Duque Vendado”.

Algo le quedaba atascado.
El punto en común era “bruja” y “maldición”.

Cuando escuchaba la palabra “bruja”, lo primero que se le venía a la mente era el rostro de Griella.
Cabello negro, ojos rojos. Una bruja gentil y tranquila.

(La princesa Isabella también tiene los mismos rasgos).

¿Acaso hay alguna conexión entre las brujas y el Reino de Ronatia?

Sin embargo, los acontecimientos nefastos que ocurren alrededor de Isabella no son una “maldición”.
No, no deben ser una “maldición”.

Encontrar rastros de una bruja fuera del “Bosque Maldito” no puede suceder.

Pero si esa premisa estuviera equivocada.
Si estuvieran ocurriendo cosas que no deberían ser posibles…

«¿La maldición de la princesa Isabella es… real?»

Quizás podría recuperarlo.
Los días con Sierra. El afecto de Sierra.

Sabía que eso no era más que un deseo.

Aun así, Alfred lo sabía.
Que las brujas realmente existieron, y que sus maldiciones eran reales.

Mientras fuera por la felicidad de la persona que amaba, no le importaba lo que ocurriera con él.

Por eso, si alejarse de su lado realmente se convertía en la felicidad de Sierra, entonces se apartaría en silencio.

Pero su amor hacia Sierra no era tan débil como para poder rendirse sin hacer nada.

—Después de todo, he conseguido tenerte. No hay manera de que yo te suelte.

La sonrisa y las palabras de Sierra en ese momento eran la verdad de Alfred.

Por ella, que lo había pensado durante diez años, esta vez Alfred sería el que mantuviera sus sentimientos hasta el final.

«Yo tampoco quiero dejar ir a Sierra».

Con una leve sonrisa en los labios, Alfred murmuró.

—Toc, toc.

Como si hubiera esperado el momento oportuno, resonó el sonido de los golpes en la puerta.

«Duque Vendado, debo disculparme contigo».

Quien visitó la habitación de Alfred fue la princesa maldita Isabella, de cabellos negros y ojos rojos.

Dejanos tu opinion

No hay comentarios aún. ¡Sé el primero en comentar!